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China y América Latina en tiempos de pandemia: Bases para la construcción de una nueva gobernanza desde el Sur global

China y América Latina en tiempos de pandemia: Bases para la construcción de una nueva gobernanza... 1IntroducciónEl coronavirus irrumpió en el escenario internacional de manera casi instantánea, y hacia mediados de enero de 2020 nadie preveía que este virus que afectaba a la República Popular China (China) pudiera propagarse a toda velocidad por el resto del mundo. Europa fue el primer continente con casos masivos y luego se trasladaría a todo el territorio americano, especialmente los Estados Unidos y Brasil.La propagación del coronavirus y la falta de respuestas del mundo occidental demuestran de manera categórica la pérdida de liderazgo de Estados Unidos en estos tiempos. Distintos factores han provocado que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no lidere una acción a nivel global. En este sentido, mientras el gobierno de Donald Trump renegó del multilateralismo y la cooperación internacional, el gobierno de Xi Jinping, por otra parte, se encargó de llevar a cabo políticas de cooperación y ayuda internacional para combatir el virus.Como analizaremos, esta presencia de China en el sistema internacional no es nueva, sino que se sustenta, por un lado, en los principios de cooperación y multilateralismo que guían a las relaciones exteriores de China; y por el otro, en una política más asertiva que se viene implementando con mayor intensidad desde mediados de los 2010.Por su parte, los Estados Unidos, al renunciar a estos conceptos, le dan la espalda al sistema internacional consolidado tras el fin de la Guerra Fría que lo tuvo como la principal potencia mundial. Por lo tanto, la crisis causada por la pandemia, el rol de China más la ausencia de respuesta por parte de Washington, presagian un cambio en la gobernanza global que ya estaba en marcha y que sin dudas tendrá profundas implicancias en América Latina. Para tratar de dilucidar esta situación y sus consecuentes cambios, examinaremos tanto el impacto de la respuesta china al combate del virus como su significado para América Latina. Para esto, es necesario entender el significado del rol de China y en especial del término gobernanza global, que nos ayudarán a entender un poco mejor el posible escenario una vez que se supere, finalmente, la pandemia.En ese sentido, “es importante destacar que el lenguaje de orden internacional o gobernanza global nunca es políticamente neutral. (…) Por lo tanto, asumir estos procesos como neutrales tiene importantes implicaciones, entre ellas, que la gobernanza refleja los intereses y valores de una sociedad liberal que concibe un orden global determinado no solo como algo deseable, sino como el único posible” (Querejazu, 2020, p. 65). Por lo tanto, podemos decir que la gobernanza es un concepto surgido en la post Guerra Fría para abordar los asuntos globales a través de la dirección y coordinación entre diferentes actores a partir del establecimiento de reglas impulsadas por Estados Unidos y Europa.Si bien como lo argumenta Querejazu, la gobernanza global refleja los intereses y valores de una sociedad liberal, no obstante la aparición de nuevos espacios de gobernanza como los BRICS, así como las iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda o el Nuevo Banco de Desarrollo, y la revalorización del Grupo de los 77 y los Países No Alineados, reconfiguran esta gobernanza dando la posibilidad de repensar y reformular la misma. En este punto es donde entendemos que China tiene las herramientas para liderar esta transformación. Para ello, estableceremos un análisis de la situación internacional donde trataremos de exponer la importancia de articular las bases de una nueva gobernanza desde el Sur global.2La asistencia china a América Latina para el combate del virusDesde el momento en que la pandemia comenzó a afectar a los distintos países de Europa y América, el Gobierno chino decidió apostar por la cooperación y el multilateralismo para frenar el virus, evidenciándose así una actitud responsable con el resto del mundo. En este contexto, América Latina no fue la excepción dado que desde hace tiempo tiene una relevancia especial. Para la diplomacia china, la región latinoamericana ha sido y es un escenario de prueba para el despliegue de su diplomacia global; por lo tanto, su importancia estratégica no se basa únicamente en la posibilidad de sostener e incrementar la cooperación, sino que ahora principalmente se trata de fortalecer el multilateralismo para combatir la pandemia.Mientras la mayoría de los países se han enfocado en buscar soluciones nacionales al problema del coronavirus, Beijing ha optado desde un primer momento por la ayuda internacional ofreciendo tanto técnicos como toneladas de insumos para paliar el problema en distintas partes del mundo. Y aunque América Latina es geográficamente el lugar más distante, China ha sido el principal proveedor de insumos a la región mediante vuelos especiales como también a través de las tareas realizadas por las embajadas en los distintos países (Clarín, 2020).Uno de los primeros países en recibir ayuda de parte de Beijing fue Venezuela con la entrega de unos 4 000 kits de prueba de Covid-19, a mediados del mes de marzo de 2020 después de que el Fondo Monetario Internacional le rechazara al país caribeño un pedido de préstamo de 5 000 millones de dólares para combatir la pandemia (BBC, 2020). No obstante, no todo ha sido donaciones ya que también se han producido compras por parte de los países de la región, como el caso de México, que realizó una compra a China por insumos médicos por un valor de más de 54 millones de dólares, entre ellos más de 11 millones de máscaras KN95. Respecto a esto el canciller mexicano Marcelo Ebrard (BBC, 2020) dijo: “Queremos agradecer a la República Popular China por la prontitud con la que se ha atendido este planteamiento de México”.En el caso de Argentina, ya para abril de 2020, había recibido más de 50 000 pruebas para diagnosticar el Covid-19, 10 000 trajes de protección desechables, 2 000 gafas de protección, 200 000 máscaras faciales, 20 000 guantes desechables, 10 respiradores y 550 termómetros digitales. A esa ayuda inicial le siguieron, en los meses siguientes, una serie de vuelos entre Buenos Aires y Shanghai que transportaron toneladas de insumos y medicamentos (Télam, 2020). También a Ecuador y a Chile se destinaron toneladas de insumos desde China que fueron recibidas tanto por los gobiernos nacionales como por las provincias y las regiones.Un caso particular fue el de Brasil, ya que el Gobierno de Jair Bolsonaro y miembros de su familia acusaron duramente a China de crear y difundir la pandemia. Esto llevó una escalada de tensiones, donde el propio embajador en Brasilia, Yang Wanming repudió el hecho y aseguró que el incidente “dañaría las relaciones entre China y Brasil”. Finalmente las tensiones se superaron una vez que el presidente brasilero llamó al presidente Xi Jinping para retractarse. Pero mientras Bolsonaro se negaba a actuar contra la pandemia buscando responsables, los gobernadores de distintos estados y los alcaldes de las ciudades más importantes de Brasil decidieron evitar a su propio presidente y enviar cartas al Gobierno chino solicitando ayuda (La Vanguardia, 2020).Este pedido fue respondido tanto por el Gobierno como por la embajada china. Pero lo más destacable de esta ayuda es, tal vez, el préstamo de 1 000 millones de dólares que el Nuevo Banco de Desarrollo puso a disposición de Brasil para que mejore su infraestructura social y sanitaria afectada duramente durante la pandemia (Agencia, 2020). Este Banco, antes conocido como el Banco de Desarrollo del BRICS, es un banco de desarrollo fundado por las naciones integrantes del grupo, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. El mismo tiene su sede central en Shanghai y está principalmente financiado por el Gobierno chino.Esta posición tomada por el Gobierno central, de promover el diálogo y de apoyar al multilateralismo, le otorga un liderazgo significativo en el escenario internacional. Los préstamos y las financiaciones otorgadas por el ministerio de finanzas chino, o bien por los organismos multilaterales como el Nuevo Banco de Desarrollo, son una manifestación concreta de este liderazgo.Consecuente con esta política, el ministro de Relaciones Exteriores de la República Popular China, Wang Yi, realizó una videoconferencia el 23 de julio del 2020 con sus pares de América Latina, donde dejó en claro los futuros lineamientos en los que se pretende dar una respuesta a los desafíos de la pandemia, contribuir a la defensa de la salud pública de todo el mundo y una recuperación económica global. Estos lineamientos, formulados por el ministro chino se sustentaron en la siguiente propuesta: primero, profundizar la cooperación solidaria Antiepidémica priorizando siempre el bienestar del pueblo; segundo, llevar a cabo la colaboración para garantizar el crecimiento económico y el bienestar del pueblo con apego al principio de ayuda mutua y ganancia compartida; tercero, impulsar la construcción conjunta de la Franja y la Ruta buscando oportunidades en medio de la crisis; cuarto, potenciar la fuerza motriz de la cooperación global orientándose por la demanda; y quinto, fortalecer la coordinación en la gobernanza mundial siguiendo principios de equidad y justicia (Embajada de la RPC en la Argentina, 2020).Wang Yi aseguró que China está lista para estrechar el diálogo y la comunicación en el contexto del Foro China-CELAC, Mercosur y la Alianza del Pacífico. Entre otras cuestiones llamó a coordinar postura en la arena internacional a favor del multilateralismo argumentando: “Frente a las crisis globales y las grandes transformaciones nunca vistas en una centuria, China mantendrá inalterable su voluntad de impulsar las relaciones con América Latina y el Caribe desde una altura estratégica y con una visión largoplacista y mantendrá firme su determinaciónón de profundizar la solidaridad y cooperación en procura del desarrollo compartido, y de la misma forma, no se alterarán las perspectivas de la cooperación Sur-Sur que promovemos juntos para mejorar la gobernanza mundial” (Embajada de la RPC en la Argentina, 2020).Indudablemente estas posturas tienen un efecto notorio en la región, que no solo se ve golpeada por la crisis generada por la pandemia sino también por la falta de cooperación y respaldo de otras naciones del mundo que, a excepción de China, ha optado por una solución unilateral a un problema de carácter global. Históricamente los Estados Unidos han tenido una influencia directa en América Latina, pero se ha caracterizado durante este tiempo por su ausencia y la falta de liderazgo internacional.Sin embargo, y a pesar de la larga dependencia hacia los Estados Unidos, en los últimos años los países de la región han mirado hacia China como una mejor opción para hacer negocios y fomentar las inversiones desde el gigante asiático en sus respectivos países. La posición china de cooperar y de apostar por el multilateralismo tiene, de esta manera, una repercusión positiva en contraste con la imagen negativa que deja los Estados Unidos al querer acaparar medicamentos como también insumos (Xinhua en Español, 2020).Si bien el multilateralismo del Gobierno chino se visibiliza en el contexto de la pandemia, la cooperación directa entre las instituciones médicas y de salud a nivel gubernamental, regional y local datan de mediados de la década del 2010 cuando China y la región decidieron profundizar los vínculos en distintas áreas. El plan de acción conjunta para cooperación en áreas prioritarias que abarca el período 2019–2021, firmado en el marco del foro China-CELAC de 2018, es la culminación de años de trabajo entre las partes y la muestra del esfuerzo compartido por la búsqueda de soluciones multilaterales a problemas globales (CELAC-China, 2018). El documento considera el acceso universal a la salud como un elemento en los esfuerzos de cooperación para lograr derechos económicos, sociales y culturales más amplios.El fortalecimiento de los vínculos en distintas áreas previo a la pandemia permitió abordar el problema del Covid-19 de manera resuelta. En este contexto se pone a prueba y se valora la importancia de promover el multilateralismo y de contar con un marco internacional propicio que favorezca un diálogo que permita implementar políticas para abordar problemas globales como el actual. China ha demostrado su buena voluntad y América Latina no fue ajena a los efectos de esta diplomacia.Esto tiene un doble impacto en la región de cara al futuro. Primero, porque consolida las relaciones con China en el corto plazo. Probablemente los países de América Latina tengan más confianza en Beijing que en Washington, ya que la voluntad de cooperar del primero contrasta con la falta de solidaridad del segundo. En tanto que por otra parte, todo parece indicar que, tal como asistimos luego de la crisis financiera global de 2008, fue China y su crecimiento económico la responsable de mitigar las consecuencias de la crisis a nivel global y regional. Una vez superada la pandemia será China nuevamente la que pueda impulsar a las economías de la región hacia una nueva recuperación económica. Tal como demuestran las cifras económicas a nivel global, China fue uno de los pocos países con crecimiento positivo en el 2020, demostrando una sólida y rápida recuperación (Banco Mundial, 2020).3La crisis en la gobernanza global y los vínculos China-América LatinaLa pandemia reveló las falencias de un sistema internacional que no supo dar rápidas respuestas a un problema global. En un momento de crisis donde más se necesitó del multilateralismo y la cooperación, los pilares fundacionales del liberalismo brillaron por su ausencia, poniendo en evidencia a su vez, cuán profunda es la crisis del liderazgo estadounidense. Esto también pone en descubierto una problemática más profunda, que es la naturaleza misma en la que se sustenta la globalización.China por su parte, ha logrado, luego de un primer cimbronazo, contener el problema de manera decisiva. Aquí debemos también considerar otra situación particular, ya que es precisamente la potencia en ascenso la que apela al multilateralismo y la cooperación para hacer frente a la pandemia. Como hemos analizado, Beijing ha dado lugar a un proceso donde el basamento fundamental reside en la cooperación, el multilateralismo y el rol del Estado como actores claves.La reacción estadounidense al ascenso chino, sumada a la crisis desatada por la pandemia, solo reduce aún más su capacidad de liderazgo, al tiempo que mina los fundamentos de la globalización neoliberal. Ni los países que históricamente se beneficiaron de la misma, ni mucho menos los países en vías de desarrollo terriblemente perjudicados, entienden que este orden pueda ser una solución viable. No obstante, el multilateralismo y la cooperación seguirán siendo claves en el futuro para la solución de problemas globales.Los estados parecen encaminarse a retomar un rol más protagónico del que tuvieron durante los últimos cuarenta años. Tanto desde la izquierda como de la derecha del arco político-ideológico se considera necesaria una mayor articulación del Estado con la economía y las demandas sociales. El ejemplo chino ha demostrado la efectividad de un Estado con capacidad de acción y políticas a largo plazo a la hora tanto de combatir la pandemia como de resurgir económicamente, volviendo así a la —que podríamos denominar— normalidad en un corto plazo. Pero si China pudo dar muestras de la capacidad de las respuestas estatales, es porque la discusión sobre el control y la conducción del Estado está resuelta desde hace tiempo, por lo que el desafío está presente en Occidente y el Occidente periférico, desde Europa hasta los Estados Unidos pasando por América Latina, donde la discusión y la puja de poder aún no está definida.Todo esto indudablemente llevará a un cambio en el sistema internacional, pero sobre todo en las percepciones globales de la región, donde el papel de China será cada vez más relevante en tanto que el de Estados Unidos disminuirá en importancia. Vale aclarar que esta situación no está dada únicamente por los efectos de la pandemia, sino por un proceso previo de asenso chino y declinación norteamericana, que sin dudas se hace visible por las respuestas dadas ante el contexto de crisis por el Covid-19.En este punto, Richard Haass (2020) en su artículo publicado en Foreign Affairs y que titula “The pandemic will accelerate history rather tan reshape it” [La pandemia acelerará la historia en lugar de moldearla], sostiene que la pandemia y las respuestas a la misma revelaron y reforzaron las características fundamentales de la geopolítica de hoy, y que como resultado esta crisis no será un punto de inflexión sino más bien una situación más dentro las que hemos vivido durante las últimas décadas. Para Haass: “El mundo que emergerá de la crisis será reconocible. La disminución del liderazgo de los Estados Unidos, la vacilante cooperación global, la gran discordia de poder en todo el mundo, caracterizó el entorno internacional antes de la aparición de Covid-19 (…) y es probable que sean incluso características más destacadas del mundo que sigue” (Haass, 2020, p. 6).El autor en el mismo artículo argumenta que el mundo posterior a la crisis será uno en el que los Estados Unidos dominará cada vez menos y que esta tendencia no es nueva sino que la ha sido durante la última década. Insiste en que mucho antes de la aparición del virus ya asistíamos a la declinación del modelo norteamericano, y que por las trabas políticas, la violencia doméstica, la responsabilidad en la crisis financiera de 2008 como el problema interno con los opioides, Estados Unidos se volvió menos atractivo alrededor del mundo (Haass, 2020, p. 7).Para comprender un poco mejor la crisis actual y el posible desenlace que caracterizará al sistema internacional, el académico Amitav Acharya hace una interesante aclaración. En su artículo “After liberal hegemony: the advent of a multiplex order” [Después de la hegemonía liberal: el advenimiento de un orden múltiple], argumenta que el orden liberal fue apenas beneficioso para los países en el mundo en desarrollo, y sostiene que debe ser visto como un orden internacional limitado en lugar de un orden internacional inclusivo (Acharya, 2017, p. 272).Esto deja claro que el orden occidental imperante desde la Segunda Guerra Mundial y consolidado tras el fin de la Guerra Fría, no es imprescindible para un mayor equilibrio global. Por lo tanto, puede suponerse que, la crisis del sistema y la solución al problema de la pandemia podrán dar como resultado un mundo más diverso donde los distintos actores tengan más margen de acción y no se esté tan subyugado a un polo dominante. No obstante en este orden múltiple, tal como lo denomina Acharya, será necesario redefinir las prioridades globales y reconstruir las instituciones internacionales para dar lugar a un sistema más inclusivo y más diverso.Ante esta realidad se plantean nuevos retos para las relaciones entre la región latinoamericana y China. De parte de los países de América Latina está el desafío de encontrar un equilibrio entre las presiones de Washington y la atracción que genera Beijing. Dado el marco actual de crisis internacional, de cambio de poder global y de desarticulación regional a nivel integración, los años venideros exigen a los países latinoamericanos elaborar y coordinar políticas exteriores que les permitan sortear todos estos retos e integrarse al concierto mundial de manera inteligente.En tanto que para China el desafío está, en un primer lugar, en entender tanto las presiones externas de Latinoamérica, como las tensiones internas propias de cada país generadas por las crisis económicas, el descontento social y el desprestigio de las clases políticas. En segundo lugar, China tiene el desafío de fortalecer los vínculos multilaterales a través de las organizaciones regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Alianza del Pacífico, al tiempo que no puede descuidar las relaciones bilaterales dadas las realidades distintivas de cada país. A su vez, debe entender y estar a la altura de las expectativas y la necesidad de la región de contar con un socio confiable que le permita salir de la difícil situación en la que se encuentra.La pandemia generó fuertes efectos económicos en el mundo, y hoy China se presenta como la única economía a escala global capaz de superar la crisis, consolidar su crecimiento y empujar a las demás economías en problemas. Surge, como lo plateábamos anteriormente, el interrogante de si China logrará empujar a las economías latinoamericanas hacia el sendero de crecimiento como ya lo hizo con el boom de los commodities que favorecieron a los países de la región y tras la crisis financiera global de 2008. Luego de esta crisis, que afectó al sistema económico mundial, fue China la que, gracias a la solidez de su economía, la constante demanda y una fuerte política inversora, rescató a los países latinoamericanos de la crisis (CEPAL, 2015).Todo parece indicar que, nuevamente este ciclo se repetirá y será el gigante asiático quien rescate a las economías de la región. Esto significa no solamente una oportunidad desde el punto de vista económico, sino también desde el político. Ambas partes, como hemos visto, han entendido durante la pandemia la importancia de contar con políticas públicas y para ello es necesario la promoción de la cooperación en múltiples áreas. También durante la pandemia se profundizaron estos lazos, estando tanto China como la mayoría de los países de América Latina a la altura de las circunstancias.Por lo tanto, resultará clave la política exterior china en pos de darle un marco multilateral más sólido que garantice esta cooperación. El fomento tanto de las relaciones entre los foros y organismos multilaterales así como el impulso global a la cooperación Sur-Sur son esenciales. En este orden, la iniciativa de la Franja y la Ruta, como las demás propuestas impulsadas por Beijing, abre el juego para afianzar tanto las relaciones políticas como productivas entre países y regiones. El valor que cobran las inversiones como el andamiaje institucional brindado por el Estado, son más que significativos.Lo que diferencia esta iniciativa liderada por Beijing, de la norteamericana, es que pretende ser inclusiva y se basa en el beneficio de todas las partes, tanto de China como de los países receptores. Esta vinculación, que promueve el win-win (ganar-ganar), tiene el desafío de estimular todos los sectores productivos, impulsar el comercio en las áreas más atrasadas y, sobre todo, apoyar a los Estados que requieren cambios para adaptarse a este nuevo proceso. Este proceso de transformación genera cambios como tensiones, por lo que las disputas entre los principales actores del poder internacional están presentes.Tanto la resistencia al cambio, como la lucha de poder entre las principales economías a nivel mundial, involucran a otras economías que también sufren estas disputas. La consecuencia de estas fricciones tiene un mayor impacto en los países emergentes dada la vulnerabilidad de sus economías y su posición en el sistema internacional. El desafío para estos países, y principalmente para América Latina (productiva y geográficamente distante de China), será comprender los cambios que se están produciendo y percibir el mundo que se avecina. Advertir y visualizar las enormes oportunidades que se presentan es un factor determinante para el futuro de la región y para las relaciones con el nuevo líder de globalización.Un ejemplo de esto, como ya se mencionó, es el papel que juega la iniciativa de la Franja y la Ruta que representa y caracteriza el vínculo de China con el mundo y América Latina (Jiang & Mallimaci, 2018, p. 44). Desde el aspecto comercial, productivo e inclusive el financiero, la iniciativa manifiesta la posición de Beijing ante la actual situación global y ofrece así otra alternativa a la hasta ayer hegemónica globalización financiera y de mercado autorregulado. De esta manera los países emergentes encuentran una opción distinta que les permite sortear con menos riesgos los impactos de las tensiones y las crisis actuales (Herd, 2012, p. 22). En este orden Beijing ya se ha posicionado como la opción a la vieja globalización liberal. Xulio Ríos (2019, p. 5) argumenta: “China pretende desactivar los argumentos de sus primeros críticos mediante el impulso de una globalización alternativa que, además del comercio, considere otro tipo de variables como las infraestructuras y la inversión productiva. Un modelo diferente y con la capacidad de introducir cambios sustanciales en los paradigmas de desarrollo de los países involucrados, de promover la libre elección del modelo de desarrollo, de replantear el papel del sector público y otros principios que, en conjunto, perfilan una dinámica global más equilibrada e incluyente que la resultante de la mundialización liberal”.Esto reafirma un cambio en los paradigmas globalizadores, donde no se rechaza al proceso globalizador, sino que más bien se apunta a su recomposición y basándose más en los pilares del desarrollo productivo. Lo más destacado es sin dudas, el retorno del Estado que garantiza entonces una globalización productivista e inclusiva al tiempo que debilita al viejo paradigma liberal-financiero y excluyente.En el nuevo escenario de servicios públicos que garanticen salud, educación, energía, trabajo, conectividad, información, ciencia y tecnología, ecología como derechos a una vida digna para todos, poco escapa a las funciones del Estado, y con ello gana un terreno en las relaciones internacionales perdido a manos de los actores para y anti estatales. Para nominar el momento después de la pandemia se está utilizando el concepto de “nueva normalidad”. La académica argentina, Gladys Cecilia Hernández Pedraza, sin tener en su horizonte de sentido la pandemia, ya en 2019 usaba esa denominación para referirse a la nominación proveniente del Partido Comunista de China, y escribía: “A esta Nueva Era le precede, en el marco de los estudios conceptuales, la interpretación asumida por la Dirección China sobre los cambios que su país debe instrumentar. Se trata del concepto sobre La Nueva Normalidad, planteamiento que engloba desde el año 2015 enfoques para analizar la transformación estructural que emprende el país al enfrentar simultáneamente los impactos generados por la crisis global y la necesidad de avanzar en una transición hacia un modelo económico más sostenible y duradero” (Hernández Pedraza, 2019, p. 328).La nueva normalidad requerirá fundamentalmente del entendimiento entre los distintos actores hacia el interior de cada país pero también con el resto del mundo. Y si bien América Latina es una región periférica que necesita del mundo para su recuperación y encarar la pospandemia, la realidad indica que necesitará más de China que de ningún otro país o región en el mundo entero. Por lo tanto, la construcción de una nueva gobernanza global basada en la cooperación y el desarrollo será clave para no caer en viejos dogmas, que la experiencia histórica demostró ser nocivos para la comunidad internacional en su conjunto.4La importancia de construir una nueva gobernanza desde el Sur globalHistóricamente el Sur global fue definido como el mundo en vías de desarrollo, fundamentalmente compuesto por un grupo de países que compartían problemáticas similares. El punto de partida puede situarse en la conferencia de Bandung de 1955, cuyo objetivo fue el de favorecer la cooperación económica y cultural afroasiática, en oposición al colonialismo y el neocolonialismo de las antiguas metrópolis y de los Estados Unidos. Esto será el preludio del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) surgido en la conferencia de Belgrado de 1961, a los que también se les sumarán los países de América Latina. Si bien Bandung y el MNOAL encarnaban las dimensiones políticas de una Cooperación Sur-Sur emergente, el Grupo de los 77 (llamado así por el número de países presentes en la fundación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) promovió por su parte, el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI).El NOEI se lograría abordando el intercambio estructural desigual a través de “una relación justa y equitativa” entre los bienes exportados por los países en desarrollo y los bienes importados, con énfasis en la soberanía sobre los recursos naturales y el derecho a nacionalizar industrias clave. Sin embargo, la crisis de la deuda del Tercer Mundo, el fin de la Guerra Fría y el auge del neoliberalismo eclipsaron el proyecto NOEI. A partir de entonces, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (CNUCYD) fue ensombrecida cada vez más por el GATT y su sucesora, la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por lo tanto, si bien la CNUCYD había actuado anteriormente como una organización anti hegemónica que se resistía al dominio de las instituciones de Bretton Woods, la reestructuración de la misma le dio un papel menos conflictivo en el diálogo Norte-Sur (Graya & Gills, 2016, p. 559).Sin embargo, los logros económicos y diplomáticos de varios países del denominado Sur global a partir de las primeras décadas del siglo 21, especialmente de China y el grupo BRICS en general, dieron impulso a un nuevo debate sobre las potencialidades (y dificultades) de una nueva fase de desafío o construcción de alternativas a la política hegemónica y neocolonial del Norte global. En este contexto, los vínculos que fortalecen estas potencialidades como los debates mismos, adquieren otra dimensión, puesto que las posiciones de los académicos y activistas van desde la negativa a actuar como “animadores” acríticos del nuevo capitalismo trasnacionalista del Sur, que se denuncia como una reproducción de las prácticas de desarrollo capitalistas existentes del Norte global dominante, hasta aquellos que de hecho “animan” en voz alta por los continuos éxitos económicos y políticos del Sur global y su potencial para transformar el orden mundial (Graya & Gills, 2016, p. 560).Tanto América Latina como China pertenecen, en la literatura, al Sur global. No obstante, si bien pueden existir desafíos comunes, para muchos existe también el riesgo que puede representar el ascenso chino para la región latinoamericana. Dado el problema histórico del subdesarrollo, que en América Latina está directamente relacionado con la falta de un proceso de industrialización al que se le suma el atraso tecnológico, que generan un desfasaje, en lo que desde la teoría Estructuralista y de la Teoría de la dependencia denominan como los términos de intercambio (Bernal Meza, 2012, p. 70).Estos términos de intercambio, manufacturas por materias primas, está presente en el vínculo comercial que la región tiene con China. Esto no solo genera déficit comercial sino que también afecta a los sectores industriales locales. Por lo tanto replantear una nueva gobernanza global desde el sur implica ineludiblemente discutir esta problemática. En este sentido, China no solo puede impulsar a las economías latinoamericanas sino que también puede esgrimir su ejemplo como país del Sur global que alcanzó un altísimo grado de industrialización.La clave para esto podemos hallarla en la autopercepción china y cómo China percibe al mundo. Primero, siendo un país en vías de desarrollo China sigue apostando al ascenso pacífico y principalmente al rejuvenecimiento como nación. No obstante, pasadas ya cuatro décadas desde la reforma y apertura que dieron inicio a estos principios, ya no se considera un país periférico sino que está en condiciones de ser un jugador de peso en el concierto internacional. Esto lo explica muy bien el experimentado académico Yan Xuetong, quien puntualiza que, la estrategia china de dejar atrás el denominado Keeping Low Profile (KPL), por el Srtiving for Achievement (SFA), se debe principalmente a la autopercepción china en el concierto internacional (Yan, 2014, p. 158). El autor plantea que es necesario promover un cambio en la política exterior que pase de mantener un perfil bajo, el nombrado KPL, a una que promueva un entorno internacional más favorable para China, el denominado SFA. La política del KPL solo se centra en el desarrollo económico, pero si bien este puede favorecer cierta cooperación, no produce más aliados como tampoco ayuda a China a construir una buena imagen. En cambio la política del SFA tiene como propósito forjar alianzas a través del crecimiento económico y ayuda a mejorar la imagen de China tanto con sus vecinos como en el resto del mundo.A su vez, este cambio en la estrategia significa que la percepción del mundo radica en un juego de alianzas necesario en la competencia global, y aquí los intereses compartidos con los vecinos como con los países en vías de desarrollo son claves. China pretende por ello dar una buena imagen y generar confianza en el mundo, pero principalmente entre sus aliados. Ahora bien, ¿cómo incide esto en la política exterior hacia América Latina y sus necesidades de desarrollo?. Para responder esto hay que entender que China, como segunda potencia global y para balancear el peso de las principales potencias occidentales, necesita de aliados estratégicos más que ganancia económica (Yan, 2014, p. 160). Dado el grado de desarrollo alcanzado por China, principalmente en industria como en tecnología, hacen factible que el vínculo con Latinoamérica se profundice y se despliegue en áreas claves para el desarrollo económico de la región.Otro factor que nos ayuda a entender esto es el desempeño internacional de China como potencia global. La responsabilidad china en el concierto internacional está determinada por lo que refleja en el mundo, no se proyecta un liderazgo sino más bien guiar con el ejemplo. En este sentido, los factores que establecen esta política están sustentados por la propia historia y los valores que la identifican. A esto, Yan Xuetong lo denomina como tradicionalismo. El autor argumenta que el tradicionalismo aboga por la estrategia de liderar con el ejemplo y, por lo tanto, enfatiza la importancia del liderazgo que produce logros demostrables (Yan, 2018, p. 8). Y enfatiza que la combinación del liberalismo y los valores tradicionales chinos podría generar un nuevo y competitivo conjunto de ideas que ayudarían a establecer un orden internacional estable (Yan, 2018, p. 11).Por su parte, Yang Jiemian establece las razones por las que China debe desarrollar un nuevo pensamiento en torno a las relaciones internacionales, y que sea funcional a su nueva realidad tanto interna como en el contexto global. Argumenta que la diplomacia de China debe reflejar el progreso duradero de las naciones en desarrollo. Los países en desarrollo no solo constituyen la mayoría del mundo, sino que son una fuerza impulsora importante detrás de la dinámica de las relaciones internacionales (Yang, 2015, p. 4). Sostiene que, como una gran nación en desarrollo, China tiene su base política y diplomática profundamente arraigada en el mundo en desarrollo, por lo que el pensamiento diplomático de China refleja necesariamente las preocupaciones y los llamamientos de otros países en desarrollo (Yang, 2015, p. 7).No obstante, Pu & Wang (2018) consideran que mientras la noción rejuvenecimiento tiene un claro objetivo que es el de hacer a China grande otra vez, el lugar definitivo de China en la arena internacional no es muy claro. En este marco plantea algunos interrogantes: ¿desafiará y reemplazará la ascendente China a los Estados Unidos como superpotencia global? ¿Es China un retador o una superpotencia del actual orden global? ¿Debería China considerarse a sí misma como superpotencia ascendente o como país en vías de desarrollo? Los autores consideran que las respuestas para estas preguntas estarán condicionadas por cómo el concierto internacional entienda a China, y sobre todo, acorde a la percepción de los Estados Unidos. Y subrayan que desde adentro tampoco hay una definición del todo clara y muchas veces se enfatizan los diferentes aspectos de las identidades chinas.Aunque el proceso de cambio de Autopercepción y de política exterior esté aún en marcha, desde afuera y principalmente desde los países en desarrollo se demanda un liderazgo concreto por parte de China. Y aunque, incluso si China no tiene la intención de cambiar las bases de la gobernanza global, esta gobernanza ha demostrado sus falencias, por lo que quiera Beijing o no, un cambio en la gobernanza global es inevitable. Con la pandemia quedó demostrado cuán inefectiva y nociva es la actual gobernanza, donde los más perjudicados han sido y aún son los países periféricos en vías de desarrollo. Más allá de que puedan existir diferencias entre China y el resto de los países del mundo en desarrollo, existen aún intereses comunes sobre todo en cuanto a la necesidad de una estabilidad global basada en normas que no solo beneficien a los países desarrollados sino que más bien tenga en cuenta las necesidades de los países en vías de desarrollo, y en esto China es el único país con capacidad de establecer y garantizar dichas normas.Sea la propia interpretación china, una superpotencia emergente o bien un país aún en vías desarrollo, el concepto de gobernanza global desde el Sur global basado en la coincidencia de intereses y valores compartidos entre China y América Latina, cobra un mayor valor en el contexto actual. Ya que en un mundo en crisis y que demanda cambios en el sistema internacional, es un país del denominado Sur global quien puede liderar este proceso.Claro que pensar en el Sur global no solo se limita a China y América Latina, pero las comprobadas relaciones basadas en la cooperación en que se fundaron los vínculos y se fortalecieron durante la pandemia, son un elemento para pensar cómo se puede comenzar a pensar una gobernanza distinta. Si China y la región latinoamericana, ubicadas en los extremos geográficos y con diferencias culturales, pueden avanzar en la consolidación de una gobernanza global basada en la cooperación, lo mismo puede extenderse a los restantes países de Asia y África.Los países latinoamericanos encuentran varias razones para apostar a sentar las bases de una nueva gobernanza global desde el sur. Una primera razón es la que puso en evidencia la pandemia del Covid-19 y lo hemos analizado en el presente artículo, y es la respuesta que han tenido los distintos países: mientras los más desarrollados mostraron un fuerte nacionalismo, priorizando sus poblaciones, incluso teniendo exceso de vacunas, países como China y Rusia mostraron una gran solidaridad apostando por el envío de insumos y vacunas al resto del mundo. Esto está directamente relacionado con la segunda razón, y es la necesidad de poner fin a un modelo de globalización, profundizado desde 1991, basado en el neoliberalismo económico y cultural, donde la prioridad ha sido la renta económica y no el bienestar social, teniendo esto consecuencias funestas en Latinoamérica. Una tercera razón, y también como consecuencia de la anterior, es el retorno del Estado como articulador de las políticas públicas. El modelo chino demostró que un Estado fuerte es capaz de orientar todas sus capacidades para alcanzar el desarrollo económico y social, con lo cual ha logrado consolidarse como la segunda potencia global. Un Estado más fuerte es requisito fundamental para la construcción de una nueva gobernanza global más justa, y necesario a su vez para poner fin al neoliberalismo como paradigma.Esto, por otra parte, no solo puede generar mejores condiciones para los países latinoamericanos, sino que también genera un equilibrio de poder a nivel global, donde los países desarrollados no son los únicos que establecen las normas y por añadidura los únicos beneficiarios. Por su parte y como afirmamos, China está demostrando ser una potencia responsable, y en este sentido, América Latina tiene la oportunidad de aliarse con un país de peso en el concierto global, evitando a su vez que la región caiga en la irrelevancia estratégica en el plano internacional.Como se dijo, esto puede sentar las bases para la construcción de una nueva gobernanza desde el Sur global. Una gobernanza que abra las puertas a los demás países en vías de desarrollo para que tengan su voz y puedan ser parte en la consolidación de un proceso de cambio hacia un orden más equitativo. Ese fue el espíritu que imperó desde la aparición del Sur global con la conferencia de Bandung. Los foros e instituciones como el grupo de los 77, la cooperación Sur-Sur y la CNUCYD pueden reforzarse y adaptarse a las exigencias del contexto actual y ser funcionales a las necesidades y demandas de los países del Sur global. Esto además, genera que las relaciones no solo cobren impulso gracias al crecimiento comercial, sino que se consolide un nuevo paradigma basado en el genuino multilateralismo, la cooperación y el desarrollo económico.5ConclusiónChina está demostrando ser una potencia responsable, la ayuda durante la pandemia y su posición respecto a las vacunas, como hemos analizado, son ejemplo de ello. Por su parte, el multilateralismo propuesto por la nueva administración norteamericana no parece estar destinado a darle más estabilidad al sistema internacional sino que más bien el objetivo parece ser ejercer presión sobre Beijing. La mejor expresión del nuevo America first de Joseph Biden fue la de apropiarse las vacunas y los suministros básicos para su elaboración, visión que comparten sus históricos aliados europeos. Esto quiere decir, primero, que los Estados Unidos continúan bajo la misma lógica que el Gobierno de Donald Trump; y segundo, que hay una lógica común de cómo entienden el mundo los países desarrollados y denominados en la literatura como “centrales”.Sin la universalización de las vacunas y suministros básicos, no hay chances de una recuperación global en su totalidad. Pero más allá de la recuperación económica que urge, están también las pérdidas humanas que debieron evitarse por la lógica de una gobernanza global basada únicamente en la protección de los intereses de algunos sectores de poder, y arraigada firmemente en el neoliberalismo. Sumado a esto, el quiebre en el multilateralismo a nivel global solo aleja las chances de acuerdo fomentando aún más el nacionalismo de la vacuna.La solución probable es la reconstrucción de una nueva gobernanza global, más solidaria, más cooperativa y más multilateral que se apoye en las instituciones internacionales y que les otorgue voz y voto genuino a los países en desarrollo. Pero esto solo es factible si se sientan primero las bases desde el Sur global, donde la cooperación entre China y América Latina resultó clave en la lucha contra la pandemia. A su vez, esta cooperación evidenció las capacidades de la política exterior china de articular globalmente. Al hacer frente a la pandemia a nivel doméstico como internacional, y llegar a regiones tan distantes como América Latina, China demostró que puede liderar a nivel internacional.Esto es importante entenderlo dado que toda construcción de un sistema de alianzas en el sistema internacional, basado en la cooperación y el multilateralismo, necesita de actores de peso que puedan establecer estas normas. En este caso, el Estado chino es el referente ineludible para liderar junto con los países de América Latina, el resto de Asia y África, la construcción de esta nueva gobernanza. Normas establecidas desde el Sur global que generen un nuevo espacio de diálogo y cooperación, que por sobre todo genere un equilibrio de poder entre los países desarrollados y los subdesarrollados. Solo de esta manera se podrá lograr que la nueva gobernanza global sea un poco más justa e inclusiva. http://www.deepdyve.com/assets/images/DeepDyve-Logo-lg.png Interacción Sino-Iberoamericana/Sino-Iberoamerican Interaction de Gruyter

China y América Latina en tiempos de pandemia: Bases para la construcción de una nueva gobernanza desde el Sur global

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de Gruyter
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© 2022 the author(s), published by De Gruyter, Berlin/Boston
eISSN
2747-7479
DOI
10.1515/sai-2022-0015
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Abstract

1IntroducciónEl coronavirus irrumpió en el escenario internacional de manera casi instantánea, y hacia mediados de enero de 2020 nadie preveía que este virus que afectaba a la República Popular China (China) pudiera propagarse a toda velocidad por el resto del mundo. Europa fue el primer continente con casos masivos y luego se trasladaría a todo el territorio americano, especialmente los Estados Unidos y Brasil.La propagación del coronavirus y la falta de respuestas del mundo occidental demuestran de manera categórica la pérdida de liderazgo de Estados Unidos en estos tiempos. Distintos factores han provocado que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no lidere una acción a nivel global. En este sentido, mientras el gobierno de Donald Trump renegó del multilateralismo y la cooperación internacional, el gobierno de Xi Jinping, por otra parte, se encargó de llevar a cabo políticas de cooperación y ayuda internacional para combatir el virus.Como analizaremos, esta presencia de China en el sistema internacional no es nueva, sino que se sustenta, por un lado, en los principios de cooperación y multilateralismo que guían a las relaciones exteriores de China; y por el otro, en una política más asertiva que se viene implementando con mayor intensidad desde mediados de los 2010.Por su parte, los Estados Unidos, al renunciar a estos conceptos, le dan la espalda al sistema internacional consolidado tras el fin de la Guerra Fría que lo tuvo como la principal potencia mundial. Por lo tanto, la crisis causada por la pandemia, el rol de China más la ausencia de respuesta por parte de Washington, presagian un cambio en la gobernanza global que ya estaba en marcha y que sin dudas tendrá profundas implicancias en América Latina. Para tratar de dilucidar esta situación y sus consecuentes cambios, examinaremos tanto el impacto de la respuesta china al combate del virus como su significado para América Latina. Para esto, es necesario entender el significado del rol de China y en especial del término gobernanza global, que nos ayudarán a entender un poco mejor el posible escenario una vez que se supere, finalmente, la pandemia.En ese sentido, “es importante destacar que el lenguaje de orden internacional o gobernanza global nunca es políticamente neutral. (…) Por lo tanto, asumir estos procesos como neutrales tiene importantes implicaciones, entre ellas, que la gobernanza refleja los intereses y valores de una sociedad liberal que concibe un orden global determinado no solo como algo deseable, sino como el único posible” (Querejazu, 2020, p. 65). Por lo tanto, podemos decir que la gobernanza es un concepto surgido en la post Guerra Fría para abordar los asuntos globales a través de la dirección y coordinación entre diferentes actores a partir del establecimiento de reglas impulsadas por Estados Unidos y Europa.Si bien como lo argumenta Querejazu, la gobernanza global refleja los intereses y valores de una sociedad liberal, no obstante la aparición de nuevos espacios de gobernanza como los BRICS, así como las iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda o el Nuevo Banco de Desarrollo, y la revalorización del Grupo de los 77 y los Países No Alineados, reconfiguran esta gobernanza dando la posibilidad de repensar y reformular la misma. En este punto es donde entendemos que China tiene las herramientas para liderar esta transformación. Para ello, estableceremos un análisis de la situación internacional donde trataremos de exponer la importancia de articular las bases de una nueva gobernanza desde el Sur global.2La asistencia china a América Latina para el combate del virusDesde el momento en que la pandemia comenzó a afectar a los distintos países de Europa y América, el Gobierno chino decidió apostar por la cooperación y el multilateralismo para frenar el virus, evidenciándose así una actitud responsable con el resto del mundo. En este contexto, América Latina no fue la excepción dado que desde hace tiempo tiene una relevancia especial. Para la diplomacia china, la región latinoamericana ha sido y es un escenario de prueba para el despliegue de su diplomacia global; por lo tanto, su importancia estratégica no se basa únicamente en la posibilidad de sostener e incrementar la cooperación, sino que ahora principalmente se trata de fortalecer el multilateralismo para combatir la pandemia.Mientras la mayoría de los países se han enfocado en buscar soluciones nacionales al problema del coronavirus, Beijing ha optado desde un primer momento por la ayuda internacional ofreciendo tanto técnicos como toneladas de insumos para paliar el problema en distintas partes del mundo. Y aunque América Latina es geográficamente el lugar más distante, China ha sido el principal proveedor de insumos a la región mediante vuelos especiales como también a través de las tareas realizadas por las embajadas en los distintos países (Clarín, 2020).Uno de los primeros países en recibir ayuda de parte de Beijing fue Venezuela con la entrega de unos 4 000 kits de prueba de Covid-19, a mediados del mes de marzo de 2020 después de que el Fondo Monetario Internacional le rechazara al país caribeño un pedido de préstamo de 5 000 millones de dólares para combatir la pandemia (BBC, 2020). No obstante, no todo ha sido donaciones ya que también se han producido compras por parte de los países de la región, como el caso de México, que realizó una compra a China por insumos médicos por un valor de más de 54 millones de dólares, entre ellos más de 11 millones de máscaras KN95. Respecto a esto el canciller mexicano Marcelo Ebrard (BBC, 2020) dijo: “Queremos agradecer a la República Popular China por la prontitud con la que se ha atendido este planteamiento de México”.En el caso de Argentina, ya para abril de 2020, había recibido más de 50 000 pruebas para diagnosticar el Covid-19, 10 000 trajes de protección desechables, 2 000 gafas de protección, 200 000 máscaras faciales, 20 000 guantes desechables, 10 respiradores y 550 termómetros digitales. A esa ayuda inicial le siguieron, en los meses siguientes, una serie de vuelos entre Buenos Aires y Shanghai que transportaron toneladas de insumos y medicamentos (Télam, 2020). También a Ecuador y a Chile se destinaron toneladas de insumos desde China que fueron recibidas tanto por los gobiernos nacionales como por las provincias y las regiones.Un caso particular fue el de Brasil, ya que el Gobierno de Jair Bolsonaro y miembros de su familia acusaron duramente a China de crear y difundir la pandemia. Esto llevó una escalada de tensiones, donde el propio embajador en Brasilia, Yang Wanming repudió el hecho y aseguró que el incidente “dañaría las relaciones entre China y Brasil”. Finalmente las tensiones se superaron una vez que el presidente brasilero llamó al presidente Xi Jinping para retractarse. Pero mientras Bolsonaro se negaba a actuar contra la pandemia buscando responsables, los gobernadores de distintos estados y los alcaldes de las ciudades más importantes de Brasil decidieron evitar a su propio presidente y enviar cartas al Gobierno chino solicitando ayuda (La Vanguardia, 2020).Este pedido fue respondido tanto por el Gobierno como por la embajada china. Pero lo más destacable de esta ayuda es, tal vez, el préstamo de 1 000 millones de dólares que el Nuevo Banco de Desarrollo puso a disposición de Brasil para que mejore su infraestructura social y sanitaria afectada duramente durante la pandemia (Agencia, 2020). Este Banco, antes conocido como el Banco de Desarrollo del BRICS, es un banco de desarrollo fundado por las naciones integrantes del grupo, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. El mismo tiene su sede central en Shanghai y está principalmente financiado por el Gobierno chino.Esta posición tomada por el Gobierno central, de promover el diálogo y de apoyar al multilateralismo, le otorga un liderazgo significativo en el escenario internacional. Los préstamos y las financiaciones otorgadas por el ministerio de finanzas chino, o bien por los organismos multilaterales como el Nuevo Banco de Desarrollo, son una manifestación concreta de este liderazgo.Consecuente con esta política, el ministro de Relaciones Exteriores de la República Popular China, Wang Yi, realizó una videoconferencia el 23 de julio del 2020 con sus pares de América Latina, donde dejó en claro los futuros lineamientos en los que se pretende dar una respuesta a los desafíos de la pandemia, contribuir a la defensa de la salud pública de todo el mundo y una recuperación económica global. Estos lineamientos, formulados por el ministro chino se sustentaron en la siguiente propuesta: primero, profundizar la cooperación solidaria Antiepidémica priorizando siempre el bienestar del pueblo; segundo, llevar a cabo la colaboración para garantizar el crecimiento económico y el bienestar del pueblo con apego al principio de ayuda mutua y ganancia compartida; tercero, impulsar la construcción conjunta de la Franja y la Ruta buscando oportunidades en medio de la crisis; cuarto, potenciar la fuerza motriz de la cooperación global orientándose por la demanda; y quinto, fortalecer la coordinación en la gobernanza mundial siguiendo principios de equidad y justicia (Embajada de la RPC en la Argentina, 2020).Wang Yi aseguró que China está lista para estrechar el diálogo y la comunicación en el contexto del Foro China-CELAC, Mercosur y la Alianza del Pacífico. Entre otras cuestiones llamó a coordinar postura en la arena internacional a favor del multilateralismo argumentando: “Frente a las crisis globales y las grandes transformaciones nunca vistas en una centuria, China mantendrá inalterable su voluntad de impulsar las relaciones con América Latina y el Caribe desde una altura estratégica y con una visión largoplacista y mantendrá firme su determinaciónón de profundizar la solidaridad y cooperación en procura del desarrollo compartido, y de la misma forma, no se alterarán las perspectivas de la cooperación Sur-Sur que promovemos juntos para mejorar la gobernanza mundial” (Embajada de la RPC en la Argentina, 2020).Indudablemente estas posturas tienen un efecto notorio en la región, que no solo se ve golpeada por la crisis generada por la pandemia sino también por la falta de cooperación y respaldo de otras naciones del mundo que, a excepción de China, ha optado por una solución unilateral a un problema de carácter global. Históricamente los Estados Unidos han tenido una influencia directa en América Latina, pero se ha caracterizado durante este tiempo por su ausencia y la falta de liderazgo internacional.Sin embargo, y a pesar de la larga dependencia hacia los Estados Unidos, en los últimos años los países de la región han mirado hacia China como una mejor opción para hacer negocios y fomentar las inversiones desde el gigante asiático en sus respectivos países. La posición china de cooperar y de apostar por el multilateralismo tiene, de esta manera, una repercusión positiva en contraste con la imagen negativa que deja los Estados Unidos al querer acaparar medicamentos como también insumos (Xinhua en Español, 2020).Si bien el multilateralismo del Gobierno chino se visibiliza en el contexto de la pandemia, la cooperación directa entre las instituciones médicas y de salud a nivel gubernamental, regional y local datan de mediados de la década del 2010 cuando China y la región decidieron profundizar los vínculos en distintas áreas. El plan de acción conjunta para cooperación en áreas prioritarias que abarca el período 2019–2021, firmado en el marco del foro China-CELAC de 2018, es la culminación de años de trabajo entre las partes y la muestra del esfuerzo compartido por la búsqueda de soluciones multilaterales a problemas globales (CELAC-China, 2018). El documento considera el acceso universal a la salud como un elemento en los esfuerzos de cooperación para lograr derechos económicos, sociales y culturales más amplios.El fortalecimiento de los vínculos en distintas áreas previo a la pandemia permitió abordar el problema del Covid-19 de manera resuelta. En este contexto se pone a prueba y se valora la importancia de promover el multilateralismo y de contar con un marco internacional propicio que favorezca un diálogo que permita implementar políticas para abordar problemas globales como el actual. China ha demostrado su buena voluntad y América Latina no fue ajena a los efectos de esta diplomacia.Esto tiene un doble impacto en la región de cara al futuro. Primero, porque consolida las relaciones con China en el corto plazo. Probablemente los países de América Latina tengan más confianza en Beijing que en Washington, ya que la voluntad de cooperar del primero contrasta con la falta de solidaridad del segundo. En tanto que por otra parte, todo parece indicar que, tal como asistimos luego de la crisis financiera global de 2008, fue China y su crecimiento económico la responsable de mitigar las consecuencias de la crisis a nivel global y regional. Una vez superada la pandemia será China nuevamente la que pueda impulsar a las economías de la región hacia una nueva recuperación económica. Tal como demuestran las cifras económicas a nivel global, China fue uno de los pocos países con crecimiento positivo en el 2020, demostrando una sólida y rápida recuperación (Banco Mundial, 2020).3La crisis en la gobernanza global y los vínculos China-América LatinaLa pandemia reveló las falencias de un sistema internacional que no supo dar rápidas respuestas a un problema global. En un momento de crisis donde más se necesitó del multilateralismo y la cooperación, los pilares fundacionales del liberalismo brillaron por su ausencia, poniendo en evidencia a su vez, cuán profunda es la crisis del liderazgo estadounidense. Esto también pone en descubierto una problemática más profunda, que es la naturaleza misma en la que se sustenta la globalización.China por su parte, ha logrado, luego de un primer cimbronazo, contener el problema de manera decisiva. Aquí debemos también considerar otra situación particular, ya que es precisamente la potencia en ascenso la que apela al multilateralismo y la cooperación para hacer frente a la pandemia. Como hemos analizado, Beijing ha dado lugar a un proceso donde el basamento fundamental reside en la cooperación, el multilateralismo y el rol del Estado como actores claves.La reacción estadounidense al ascenso chino, sumada a la crisis desatada por la pandemia, solo reduce aún más su capacidad de liderazgo, al tiempo que mina los fundamentos de la globalización neoliberal. Ni los países que históricamente se beneficiaron de la misma, ni mucho menos los países en vías de desarrollo terriblemente perjudicados, entienden que este orden pueda ser una solución viable. No obstante, el multilateralismo y la cooperación seguirán siendo claves en el futuro para la solución de problemas globales.Los estados parecen encaminarse a retomar un rol más protagónico del que tuvieron durante los últimos cuarenta años. Tanto desde la izquierda como de la derecha del arco político-ideológico se considera necesaria una mayor articulación del Estado con la economía y las demandas sociales. El ejemplo chino ha demostrado la efectividad de un Estado con capacidad de acción y políticas a largo plazo a la hora tanto de combatir la pandemia como de resurgir económicamente, volviendo así a la —que podríamos denominar— normalidad en un corto plazo. Pero si China pudo dar muestras de la capacidad de las respuestas estatales, es porque la discusión sobre el control y la conducción del Estado está resuelta desde hace tiempo, por lo que el desafío está presente en Occidente y el Occidente periférico, desde Europa hasta los Estados Unidos pasando por América Latina, donde la discusión y la puja de poder aún no está definida.Todo esto indudablemente llevará a un cambio en el sistema internacional, pero sobre todo en las percepciones globales de la región, donde el papel de China será cada vez más relevante en tanto que el de Estados Unidos disminuirá en importancia. Vale aclarar que esta situación no está dada únicamente por los efectos de la pandemia, sino por un proceso previo de asenso chino y declinación norteamericana, que sin dudas se hace visible por las respuestas dadas ante el contexto de crisis por el Covid-19.En este punto, Richard Haass (2020) en su artículo publicado en Foreign Affairs y que titula “The pandemic will accelerate history rather tan reshape it” [La pandemia acelerará la historia en lugar de moldearla], sostiene que la pandemia y las respuestas a la misma revelaron y reforzaron las características fundamentales de la geopolítica de hoy, y que como resultado esta crisis no será un punto de inflexión sino más bien una situación más dentro las que hemos vivido durante las últimas décadas. Para Haass: “El mundo que emergerá de la crisis será reconocible. La disminución del liderazgo de los Estados Unidos, la vacilante cooperación global, la gran discordia de poder en todo el mundo, caracterizó el entorno internacional antes de la aparición de Covid-19 (…) y es probable que sean incluso características más destacadas del mundo que sigue” (Haass, 2020, p. 6).El autor en el mismo artículo argumenta que el mundo posterior a la crisis será uno en el que los Estados Unidos dominará cada vez menos y que esta tendencia no es nueva sino que la ha sido durante la última década. Insiste en que mucho antes de la aparición del virus ya asistíamos a la declinación del modelo norteamericano, y que por las trabas políticas, la violencia doméstica, la responsabilidad en la crisis financiera de 2008 como el problema interno con los opioides, Estados Unidos se volvió menos atractivo alrededor del mundo (Haass, 2020, p. 7).Para comprender un poco mejor la crisis actual y el posible desenlace que caracterizará al sistema internacional, el académico Amitav Acharya hace una interesante aclaración. En su artículo “After liberal hegemony: the advent of a multiplex order” [Después de la hegemonía liberal: el advenimiento de un orden múltiple], argumenta que el orden liberal fue apenas beneficioso para los países en el mundo en desarrollo, y sostiene que debe ser visto como un orden internacional limitado en lugar de un orden internacional inclusivo (Acharya, 2017, p. 272).Esto deja claro que el orden occidental imperante desde la Segunda Guerra Mundial y consolidado tras el fin de la Guerra Fría, no es imprescindible para un mayor equilibrio global. Por lo tanto, puede suponerse que, la crisis del sistema y la solución al problema de la pandemia podrán dar como resultado un mundo más diverso donde los distintos actores tengan más margen de acción y no se esté tan subyugado a un polo dominante. No obstante en este orden múltiple, tal como lo denomina Acharya, será necesario redefinir las prioridades globales y reconstruir las instituciones internacionales para dar lugar a un sistema más inclusivo y más diverso.Ante esta realidad se plantean nuevos retos para las relaciones entre la región latinoamericana y China. De parte de los países de América Latina está el desafío de encontrar un equilibrio entre las presiones de Washington y la atracción que genera Beijing. Dado el marco actual de crisis internacional, de cambio de poder global y de desarticulación regional a nivel integración, los años venideros exigen a los países latinoamericanos elaborar y coordinar políticas exteriores que les permitan sortear todos estos retos e integrarse al concierto mundial de manera inteligente.En tanto que para China el desafío está, en un primer lugar, en entender tanto las presiones externas de Latinoamérica, como las tensiones internas propias de cada país generadas por las crisis económicas, el descontento social y el desprestigio de las clases políticas. En segundo lugar, China tiene el desafío de fortalecer los vínculos multilaterales a través de las organizaciones regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Alianza del Pacífico, al tiempo que no puede descuidar las relaciones bilaterales dadas las realidades distintivas de cada país. A su vez, debe entender y estar a la altura de las expectativas y la necesidad de la región de contar con un socio confiable que le permita salir de la difícil situación en la que se encuentra.La pandemia generó fuertes efectos económicos en el mundo, y hoy China se presenta como la única economía a escala global capaz de superar la crisis, consolidar su crecimiento y empujar a las demás economías en problemas. Surge, como lo plateábamos anteriormente, el interrogante de si China logrará empujar a las economías latinoamericanas hacia el sendero de crecimiento como ya lo hizo con el boom de los commodities que favorecieron a los países de la región y tras la crisis financiera global de 2008. Luego de esta crisis, que afectó al sistema económico mundial, fue China la que, gracias a la solidez de su economía, la constante demanda y una fuerte política inversora, rescató a los países latinoamericanos de la crisis (CEPAL, 2015).Todo parece indicar que, nuevamente este ciclo se repetirá y será el gigante asiático quien rescate a las economías de la región. Esto significa no solamente una oportunidad desde el punto de vista económico, sino también desde el político. Ambas partes, como hemos visto, han entendido durante la pandemia la importancia de contar con políticas públicas y para ello es necesario la promoción de la cooperación en múltiples áreas. También durante la pandemia se profundizaron estos lazos, estando tanto China como la mayoría de los países de América Latina a la altura de las circunstancias.Por lo tanto, resultará clave la política exterior china en pos de darle un marco multilateral más sólido que garantice esta cooperación. El fomento tanto de las relaciones entre los foros y organismos multilaterales así como el impulso global a la cooperación Sur-Sur son esenciales. En este orden, la iniciativa de la Franja y la Ruta, como las demás propuestas impulsadas por Beijing, abre el juego para afianzar tanto las relaciones políticas como productivas entre países y regiones. El valor que cobran las inversiones como el andamiaje institucional brindado por el Estado, son más que significativos.Lo que diferencia esta iniciativa liderada por Beijing, de la norteamericana, es que pretende ser inclusiva y se basa en el beneficio de todas las partes, tanto de China como de los países receptores. Esta vinculación, que promueve el win-win (ganar-ganar), tiene el desafío de estimular todos los sectores productivos, impulsar el comercio en las áreas más atrasadas y, sobre todo, apoyar a los Estados que requieren cambios para adaptarse a este nuevo proceso. Este proceso de transformación genera cambios como tensiones, por lo que las disputas entre los principales actores del poder internacional están presentes.Tanto la resistencia al cambio, como la lucha de poder entre las principales economías a nivel mundial, involucran a otras economías que también sufren estas disputas. La consecuencia de estas fricciones tiene un mayor impacto en los países emergentes dada la vulnerabilidad de sus economías y su posición en el sistema internacional. El desafío para estos países, y principalmente para América Latina (productiva y geográficamente distante de China), será comprender los cambios que se están produciendo y percibir el mundo que se avecina. Advertir y visualizar las enormes oportunidades que se presentan es un factor determinante para el futuro de la región y para las relaciones con el nuevo líder de globalización.Un ejemplo de esto, como ya se mencionó, es el papel que juega la iniciativa de la Franja y la Ruta que representa y caracteriza el vínculo de China con el mundo y América Latina (Jiang & Mallimaci, 2018, p. 44). Desde el aspecto comercial, productivo e inclusive el financiero, la iniciativa manifiesta la posición de Beijing ante la actual situación global y ofrece así otra alternativa a la hasta ayer hegemónica globalización financiera y de mercado autorregulado. De esta manera los países emergentes encuentran una opción distinta que les permite sortear con menos riesgos los impactos de las tensiones y las crisis actuales (Herd, 2012, p. 22). En este orden Beijing ya se ha posicionado como la opción a la vieja globalización liberal. Xulio Ríos (2019, p. 5) argumenta: “China pretende desactivar los argumentos de sus primeros críticos mediante el impulso de una globalización alternativa que, además del comercio, considere otro tipo de variables como las infraestructuras y la inversión productiva. Un modelo diferente y con la capacidad de introducir cambios sustanciales en los paradigmas de desarrollo de los países involucrados, de promover la libre elección del modelo de desarrollo, de replantear el papel del sector público y otros principios que, en conjunto, perfilan una dinámica global más equilibrada e incluyente que la resultante de la mundialización liberal”.Esto reafirma un cambio en los paradigmas globalizadores, donde no se rechaza al proceso globalizador, sino que más bien se apunta a su recomposición y basándose más en los pilares del desarrollo productivo. Lo más destacado es sin dudas, el retorno del Estado que garantiza entonces una globalización productivista e inclusiva al tiempo que debilita al viejo paradigma liberal-financiero y excluyente.En el nuevo escenario de servicios públicos que garanticen salud, educación, energía, trabajo, conectividad, información, ciencia y tecnología, ecología como derechos a una vida digna para todos, poco escapa a las funciones del Estado, y con ello gana un terreno en las relaciones internacionales perdido a manos de los actores para y anti estatales. Para nominar el momento después de la pandemia se está utilizando el concepto de “nueva normalidad”. La académica argentina, Gladys Cecilia Hernández Pedraza, sin tener en su horizonte de sentido la pandemia, ya en 2019 usaba esa denominación para referirse a la nominación proveniente del Partido Comunista de China, y escribía: “A esta Nueva Era le precede, en el marco de los estudios conceptuales, la interpretación asumida por la Dirección China sobre los cambios que su país debe instrumentar. Se trata del concepto sobre La Nueva Normalidad, planteamiento que engloba desde el año 2015 enfoques para analizar la transformación estructural que emprende el país al enfrentar simultáneamente los impactos generados por la crisis global y la necesidad de avanzar en una transición hacia un modelo económico más sostenible y duradero” (Hernández Pedraza, 2019, p. 328).La nueva normalidad requerirá fundamentalmente del entendimiento entre los distintos actores hacia el interior de cada país pero también con el resto del mundo. Y si bien América Latina es una región periférica que necesita del mundo para su recuperación y encarar la pospandemia, la realidad indica que necesitará más de China que de ningún otro país o región en el mundo entero. Por lo tanto, la construcción de una nueva gobernanza global basada en la cooperación y el desarrollo será clave para no caer en viejos dogmas, que la experiencia histórica demostró ser nocivos para la comunidad internacional en su conjunto.4La importancia de construir una nueva gobernanza desde el Sur globalHistóricamente el Sur global fue definido como el mundo en vías de desarrollo, fundamentalmente compuesto por un grupo de países que compartían problemáticas similares. El punto de partida puede situarse en la conferencia de Bandung de 1955, cuyo objetivo fue el de favorecer la cooperación económica y cultural afroasiática, en oposición al colonialismo y el neocolonialismo de las antiguas metrópolis y de los Estados Unidos. Esto será el preludio del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) surgido en la conferencia de Belgrado de 1961, a los que también se les sumarán los países de América Latina. Si bien Bandung y el MNOAL encarnaban las dimensiones políticas de una Cooperación Sur-Sur emergente, el Grupo de los 77 (llamado así por el número de países presentes en la fundación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) promovió por su parte, el establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI).El NOEI se lograría abordando el intercambio estructural desigual a través de “una relación justa y equitativa” entre los bienes exportados por los países en desarrollo y los bienes importados, con énfasis en la soberanía sobre los recursos naturales y el derecho a nacionalizar industrias clave. Sin embargo, la crisis de la deuda del Tercer Mundo, el fin de la Guerra Fría y el auge del neoliberalismo eclipsaron el proyecto NOEI. A partir de entonces, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (CNUCYD) fue ensombrecida cada vez más por el GATT y su sucesora, la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por lo tanto, si bien la CNUCYD había actuado anteriormente como una organización anti hegemónica que se resistía al dominio de las instituciones de Bretton Woods, la reestructuración de la misma le dio un papel menos conflictivo en el diálogo Norte-Sur (Graya & Gills, 2016, p. 559).Sin embargo, los logros económicos y diplomáticos de varios países del denominado Sur global a partir de las primeras décadas del siglo 21, especialmente de China y el grupo BRICS en general, dieron impulso a un nuevo debate sobre las potencialidades (y dificultades) de una nueva fase de desafío o construcción de alternativas a la política hegemónica y neocolonial del Norte global. En este contexto, los vínculos que fortalecen estas potencialidades como los debates mismos, adquieren otra dimensión, puesto que las posiciones de los académicos y activistas van desde la negativa a actuar como “animadores” acríticos del nuevo capitalismo trasnacionalista del Sur, que se denuncia como una reproducción de las prácticas de desarrollo capitalistas existentes del Norte global dominante, hasta aquellos que de hecho “animan” en voz alta por los continuos éxitos económicos y políticos del Sur global y su potencial para transformar el orden mundial (Graya & Gills, 2016, p. 560).Tanto América Latina como China pertenecen, en la literatura, al Sur global. No obstante, si bien pueden existir desafíos comunes, para muchos existe también el riesgo que puede representar el ascenso chino para la región latinoamericana. Dado el problema histórico del subdesarrollo, que en América Latina está directamente relacionado con la falta de un proceso de industrialización al que se le suma el atraso tecnológico, que generan un desfasaje, en lo que desde la teoría Estructuralista y de la Teoría de la dependencia denominan como los términos de intercambio (Bernal Meza, 2012, p. 70).Estos términos de intercambio, manufacturas por materias primas, está presente en el vínculo comercial que la región tiene con China. Esto no solo genera déficit comercial sino que también afecta a los sectores industriales locales. Por lo tanto replantear una nueva gobernanza global desde el sur implica ineludiblemente discutir esta problemática. En este sentido, China no solo puede impulsar a las economías latinoamericanas sino que también puede esgrimir su ejemplo como país del Sur global que alcanzó un altísimo grado de industrialización.La clave para esto podemos hallarla en la autopercepción china y cómo China percibe al mundo. Primero, siendo un país en vías de desarrollo China sigue apostando al ascenso pacífico y principalmente al rejuvenecimiento como nación. No obstante, pasadas ya cuatro décadas desde la reforma y apertura que dieron inicio a estos principios, ya no se considera un país periférico sino que está en condiciones de ser un jugador de peso en el concierto internacional. Esto lo explica muy bien el experimentado académico Yan Xuetong, quien puntualiza que, la estrategia china de dejar atrás el denominado Keeping Low Profile (KPL), por el Srtiving for Achievement (SFA), se debe principalmente a la autopercepción china en el concierto internacional (Yan, 2014, p. 158). El autor plantea que es necesario promover un cambio en la política exterior que pase de mantener un perfil bajo, el nombrado KPL, a una que promueva un entorno internacional más favorable para China, el denominado SFA. La política del KPL solo se centra en el desarrollo económico, pero si bien este puede favorecer cierta cooperación, no produce más aliados como tampoco ayuda a China a construir una buena imagen. En cambio la política del SFA tiene como propósito forjar alianzas a través del crecimiento económico y ayuda a mejorar la imagen de China tanto con sus vecinos como en el resto del mundo.A su vez, este cambio en la estrategia significa que la percepción del mundo radica en un juego de alianzas necesario en la competencia global, y aquí los intereses compartidos con los vecinos como con los países en vías de desarrollo son claves. China pretende por ello dar una buena imagen y generar confianza en el mundo, pero principalmente entre sus aliados. Ahora bien, ¿cómo incide esto en la política exterior hacia América Latina y sus necesidades de desarrollo?. Para responder esto hay que entender que China, como segunda potencia global y para balancear el peso de las principales potencias occidentales, necesita de aliados estratégicos más que ganancia económica (Yan, 2014, p. 160). Dado el grado de desarrollo alcanzado por China, principalmente en industria como en tecnología, hacen factible que el vínculo con Latinoamérica se profundice y se despliegue en áreas claves para el desarrollo económico de la región.Otro factor que nos ayuda a entender esto es el desempeño internacional de China como potencia global. La responsabilidad china en el concierto internacional está determinada por lo que refleja en el mundo, no se proyecta un liderazgo sino más bien guiar con el ejemplo. En este sentido, los factores que establecen esta política están sustentados por la propia historia y los valores que la identifican. A esto, Yan Xuetong lo denomina como tradicionalismo. El autor argumenta que el tradicionalismo aboga por la estrategia de liderar con el ejemplo y, por lo tanto, enfatiza la importancia del liderazgo que produce logros demostrables (Yan, 2018, p. 8). Y enfatiza que la combinación del liberalismo y los valores tradicionales chinos podría generar un nuevo y competitivo conjunto de ideas que ayudarían a establecer un orden internacional estable (Yan, 2018, p. 11).Por su parte, Yang Jiemian establece las razones por las que China debe desarrollar un nuevo pensamiento en torno a las relaciones internacionales, y que sea funcional a su nueva realidad tanto interna como en el contexto global. Argumenta que la diplomacia de China debe reflejar el progreso duradero de las naciones en desarrollo. Los países en desarrollo no solo constituyen la mayoría del mundo, sino que son una fuerza impulsora importante detrás de la dinámica de las relaciones internacionales (Yang, 2015, p. 4). Sostiene que, como una gran nación en desarrollo, China tiene su base política y diplomática profundamente arraigada en el mundo en desarrollo, por lo que el pensamiento diplomático de China refleja necesariamente las preocupaciones y los llamamientos de otros países en desarrollo (Yang, 2015, p. 7).No obstante, Pu & Wang (2018) consideran que mientras la noción rejuvenecimiento tiene un claro objetivo que es el de hacer a China grande otra vez, el lugar definitivo de China en la arena internacional no es muy claro. En este marco plantea algunos interrogantes: ¿desafiará y reemplazará la ascendente China a los Estados Unidos como superpotencia global? ¿Es China un retador o una superpotencia del actual orden global? ¿Debería China considerarse a sí misma como superpotencia ascendente o como país en vías de desarrollo? Los autores consideran que las respuestas para estas preguntas estarán condicionadas por cómo el concierto internacional entienda a China, y sobre todo, acorde a la percepción de los Estados Unidos. Y subrayan que desde adentro tampoco hay una definición del todo clara y muchas veces se enfatizan los diferentes aspectos de las identidades chinas.Aunque el proceso de cambio de Autopercepción y de política exterior esté aún en marcha, desde afuera y principalmente desde los países en desarrollo se demanda un liderazgo concreto por parte de China. Y aunque, incluso si China no tiene la intención de cambiar las bases de la gobernanza global, esta gobernanza ha demostrado sus falencias, por lo que quiera Beijing o no, un cambio en la gobernanza global es inevitable. Con la pandemia quedó demostrado cuán inefectiva y nociva es la actual gobernanza, donde los más perjudicados han sido y aún son los países periféricos en vías de desarrollo. Más allá de que puedan existir diferencias entre China y el resto de los países del mundo en desarrollo, existen aún intereses comunes sobre todo en cuanto a la necesidad de una estabilidad global basada en normas que no solo beneficien a los países desarrollados sino que más bien tenga en cuenta las necesidades de los países en vías de desarrollo, y en esto China es el único país con capacidad de establecer y garantizar dichas normas.Sea la propia interpretación china, una superpotencia emergente o bien un país aún en vías desarrollo, el concepto de gobernanza global desde el Sur global basado en la coincidencia de intereses y valores compartidos entre China y América Latina, cobra un mayor valor en el contexto actual. Ya que en un mundo en crisis y que demanda cambios en el sistema internacional, es un país del denominado Sur global quien puede liderar este proceso.Claro que pensar en el Sur global no solo se limita a China y América Latina, pero las comprobadas relaciones basadas en la cooperación en que se fundaron los vínculos y se fortalecieron durante la pandemia, son un elemento para pensar cómo se puede comenzar a pensar una gobernanza distinta. Si China y la región latinoamericana, ubicadas en los extremos geográficos y con diferencias culturales, pueden avanzar en la consolidación de una gobernanza global basada en la cooperación, lo mismo puede extenderse a los restantes países de Asia y África.Los países latinoamericanos encuentran varias razones para apostar a sentar las bases de una nueva gobernanza global desde el sur. Una primera razón es la que puso en evidencia la pandemia del Covid-19 y lo hemos analizado en el presente artículo, y es la respuesta que han tenido los distintos países: mientras los más desarrollados mostraron un fuerte nacionalismo, priorizando sus poblaciones, incluso teniendo exceso de vacunas, países como China y Rusia mostraron una gran solidaridad apostando por el envío de insumos y vacunas al resto del mundo. Esto está directamente relacionado con la segunda razón, y es la necesidad de poner fin a un modelo de globalización, profundizado desde 1991, basado en el neoliberalismo económico y cultural, donde la prioridad ha sido la renta económica y no el bienestar social, teniendo esto consecuencias funestas en Latinoamérica. Una tercera razón, y también como consecuencia de la anterior, es el retorno del Estado como articulador de las políticas públicas. El modelo chino demostró que un Estado fuerte es capaz de orientar todas sus capacidades para alcanzar el desarrollo económico y social, con lo cual ha logrado consolidarse como la segunda potencia global. Un Estado más fuerte es requisito fundamental para la construcción de una nueva gobernanza global más justa, y necesario a su vez para poner fin al neoliberalismo como paradigma.Esto, por otra parte, no solo puede generar mejores condiciones para los países latinoamericanos, sino que también genera un equilibrio de poder a nivel global, donde los países desarrollados no son los únicos que establecen las normas y por añadidura los únicos beneficiarios. Por su parte y como afirmamos, China está demostrando ser una potencia responsable, y en este sentido, América Latina tiene la oportunidad de aliarse con un país de peso en el concierto global, evitando a su vez que la región caiga en la irrelevancia estratégica en el plano internacional.Como se dijo, esto puede sentar las bases para la construcción de una nueva gobernanza desde el Sur global. Una gobernanza que abra las puertas a los demás países en vías de desarrollo para que tengan su voz y puedan ser parte en la consolidación de un proceso de cambio hacia un orden más equitativo. Ese fue el espíritu que imperó desde la aparición del Sur global con la conferencia de Bandung. Los foros e instituciones como el grupo de los 77, la cooperación Sur-Sur y la CNUCYD pueden reforzarse y adaptarse a las exigencias del contexto actual y ser funcionales a las necesidades y demandas de los países del Sur global. Esto además, genera que las relaciones no solo cobren impulso gracias al crecimiento comercial, sino que se consolide un nuevo paradigma basado en el genuino multilateralismo, la cooperación y el desarrollo económico.5ConclusiónChina está demostrando ser una potencia responsable, la ayuda durante la pandemia y su posición respecto a las vacunas, como hemos analizado, son ejemplo de ello. Por su parte, el multilateralismo propuesto por la nueva administración norteamericana no parece estar destinado a darle más estabilidad al sistema internacional sino que más bien el objetivo parece ser ejercer presión sobre Beijing. La mejor expresión del nuevo America first de Joseph Biden fue la de apropiarse las vacunas y los suministros básicos para su elaboración, visión que comparten sus históricos aliados europeos. Esto quiere decir, primero, que los Estados Unidos continúan bajo la misma lógica que el Gobierno de Donald Trump; y segundo, que hay una lógica común de cómo entienden el mundo los países desarrollados y denominados en la literatura como “centrales”.Sin la universalización de las vacunas y suministros básicos, no hay chances de una recuperación global en su totalidad. Pero más allá de la recuperación económica que urge, están también las pérdidas humanas que debieron evitarse por la lógica de una gobernanza global basada únicamente en la protección de los intereses de algunos sectores de poder, y arraigada firmemente en el neoliberalismo. Sumado a esto, el quiebre en el multilateralismo a nivel global solo aleja las chances de acuerdo fomentando aún más el nacionalismo de la vacuna.La solución probable es la reconstrucción de una nueva gobernanza global, más solidaria, más cooperativa y más multilateral que se apoye en las instituciones internacionales y que les otorgue voz y voto genuino a los países en desarrollo. Pero esto solo es factible si se sientan primero las bases desde el Sur global, donde la cooperación entre China y América Latina resultó clave en la lucha contra la pandemia. A su vez, esta cooperación evidenció las capacidades de la política exterior china de articular globalmente. Al hacer frente a la pandemia a nivel doméstico como internacional, y llegar a regiones tan distantes como América Latina, China demostró que puede liderar a nivel internacional.Esto es importante entenderlo dado que toda construcción de un sistema de alianzas en el sistema internacional, basado en la cooperación y el multilateralismo, necesita de actores de peso que puedan establecer estas normas. En este caso, el Estado chino es el referente ineludible para liderar junto con los países de América Latina, el resto de Asia y África, la construcción de esta nueva gobernanza. Normas establecidas desde el Sur global que generen un nuevo espacio de diálogo y cooperación, que por sobre todo genere un equilibrio de poder entre los países desarrollados y los subdesarrollados. Solo de esta manera se podrá lograr que la nueva gobernanza global sea un poco más justa e inclusiva.

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Interacción Sino-Iberoamericana/Sino-Iberoamerican Interactionde Gruyter

Published: Sep 1, 2022

Keywords: Gobernanza; China; América Latina; Sur global; pandemia; governance; China; Latin America; Global South; pandemic

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